Esperanza es una palabra que el año anterior y éste se escucha constantemente para diversas situaciones. Esperanza en el futuro, en la vacuna, en los cambios sociales, económicos y políticos en el país, pero también esperanza en una nueva forma de hacer y entender las cosas.
En mi caso, soy talquino de nacimiento y he vivido la mayoría de mi vida en esta ciudad. Hoy tengo esperanza de que mi formación personal y profesional, los conocimientos técnicos que he ido adquiriendo en el tiempo, en las distintas funciones que me ha tocado realizar, pero por sobre todo haber visto cada día en terreno las enormes diferencias que existen en un mismo espacio social, me han llevado a levantar una candidatura a Alcalde por Talca.
Talca es el fiel reflejo de la realidad nacional, una ciudad con enormes diferencias urbanas y territoriales, con sectores muy bien dotados de bienes públicos y equipamientos comunitarios y otros literalmente abandonados, segregados y con nula inversión pública.
Pero más aún, hay distintas capas medias de la ciudad que quedan excluidas de los beneficios, adelantos y obras públicas y que representan barrios tradicionales e históricos que ven como los avances pasan por sus ojos sin disfrutar de aquello. Problemas cotidianos como el acceso a una salud de calidad, a disfrutar de una ciudad que garantice un envejecimiento saludable, con buena infraestructura urbana, calles, veredas, arborización, iluminación peatonal, seguridad pública y esparcimiento, están lejos de los estándares mínimos que hoy se conocen.
Hay acciones aisladas que no se transforman en un relato mayor ni en una planificación para los próximos 20 años, sino que sólo hay improvisación y mediatismo para problemas que hoy son más urgentes que nunca priorizar y darles contenido.
Talca es una ciudad con una alta contaminación ambiental, con serios problemas de conectividad y cada vez más insegura en barrios tomados por narcos y delincuencia común, con una salud primaria que sigue siendo abordada con un enfoque clínico y no sistémico, donde la prevención comunitaria no tiene cabida.
Con jóvenes estudiantes de colegios y liceos públicos que no ven reflejados los cerca de 70 mil millones de presupuesto comunal que dispone el área para abordar temáticas tan sensibles como la convivencia escolar, la formación, el deporte, la cultura y la infraestructura educacional. Una ciudad que habla de respeto para personas discapacitadas pero que no invita a ellas a integrarse y disfrutarla.
Talca también presenta un desafío permanente en buscar una identidad. Su patrimonio cultural y gastronómico, universitario y de servicios lo hace una potencia que debe ir asociada a inversión pública con participación de todos y todas. El mundo privado y la concordancia de objetivos con lo público juega un rol vital en mirar una ciudad que dispone de riqueza en capital humano, formación universitaria y localización geográfica esencial cercana a valles, montañas y mar.
Talca es esperanza, por cierto que sí, porque nos une el amor a la ciudad, la motivación y la convicción de hacer cosas distintas, transformadoras y osadas que nos dejen como la ciudad más importante de la zona centro sur del país.
La esperanza está en su gente, en aquellos que quieren colaborar y estar en un proyecto colectivo de ciudad que pondrá la probidad y la transparencia como ejes fundamentales de su gestión. Pero más importante aún, contar con todos y todas las personas y organizaciones en procesos participativos y colaboradores para que Talca sea una ciudad más justa y feliz.