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Algo huele mal en Dinamarca

En esta semana fuimos testigos directos de los prolegómenos, de la contienda, y del desenlace del partido entre Colo Colo y Universidad de Concepción. Aún no sé si por ser sede de un partido en el que se define quien desciende de categoría, podemos sentirnos privilegiados dados los disturbios generados por los barristas de los albos.

Las expectativas y trascendencia del encuentro tenía una razón de ser fundamental: que uno de sus equipos fuera Colo Colo, el que suele ser protagonista de los primeros lugares en la tabla de posiciones, y no en los últimos como fue este caso. Pero también había otros motivos por los cuales el encuentro atrajo la atención. Se trata de un campeonato que por primera vez ha transcurrido en plena pandemia y con estadios vacíos. Para rematarla, se escogió como sede al estadio fiscal de Talca, ciudad en pleno estado de cuarentena.

Si alguien que hubiese vivido a mediados del siglo pasado, resucitara en estos días se estaría asomando intrigado preguntando ¿cómo es eso? ¿cuál es la gracia de jugar sin público? ¿cómo se financian? Se sorprendería al observar que hoy de lo que menos viven los equipos es de las entradas a los estadios, como era antaño. No se imagina que los ingresos provienen esencialmente de derechos televisivos y publicidad. Tampoco se imagina lo que en la actualidad ganan unos pocos jugadores.

La lacerante desigualdad que nos caracteriza como país se ha hecho extensiva al ámbito futbolístico. Se trata de una anomalía mayúscula que un cuadro como Colo Colo, dado su peso futbolístico y financiero, haya estado en las cuerdas peleando por no descender. Estamos hablando de un plantel lleno de figuras, de referentes, y con un costo que está muy por encima de cualquier otro equipo de fútbol chileno. Sería interesante conocer el costo mensual de su actual plantilla, así como su distribución. Seguro que más del 50% del costo total se concentra en no más de 3 o 4 figuras, y nada de raro que ellas hayan pasado gran parte del campeonato en la banca antes que traspirando la camiseta en la cancha. Todo para que al final hayan zafado a duras penas del descenso.

Por último, vale la pena percatarse que lo descrito da cuenta de que no todo se puede comprar. Una y otra vez, no solo en fútbol, sino que también en política y en muchas otras esferas, podemos observar que no basta con poner dinero sobre la mesa. No basta con comprar y comprar para conquistar un título o disputar los primeros lugares en el campeonato, así como para un candidato a la alcaldía o cualquier otro cargo político no basta con disponer de un presupuesto millonario. Un buen presupuesto claro que ayuda, pero no es suficiente, incluso más, puede llegar a ser contraproducente. El caso de Colo Colo es una prueba indesmentible de ello.

Que lo descrito haya concentrado el quehacer noticioso regional y nacional de la semana, en desmedro de la evolución de la pandemia y del proceso de vacunación, así como del próximo proceso eleccionario, da cuenta de que algo huele mal en Dinamarca.

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