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Rodrigo Sepúlveda Espinoza: “Talca es una ciudad maquillada, pero lo peor es que hoy está secuestrada por unos pocos”

Se le quiere o se le odia. No hay dos matices cuando de Rodrigo Sepúlveda Espinoza se trata. 

Quienes han compartido con este trabajador social de 48 años, reconocen en él un liderazgo innato y una impronta que no pasa desapercibida. Para los que han trabajado bajo su alero, lo destacan como un gran gestor y aplauden su iniciativa, compromiso y empuje a la hora de asumir los desafíos que se traza.

En el ambiente político, destacan su “muñeca” negociadora, sus sólidos discurso, su trayectoria y un olfato poco habitual 

Entre sus detractores, en tanto, le reprochan su vehemencia y dureza, sobre todo cuando afloran sus ácidas críticas.

Sin embargo, más allá de las opiniones o miradas en torno a la figura, en lo que no existen dobles lecturas es que, en su paso por la secretaría regional ministerial de Vivienda y Urbanismo, durante el segundo mandato de Michelle Bachelet, hay un antes y un después en la vida personal y profesional de Sepúlveda  

Sus colaboradores, confiesan que la destrucción completa de la localidad de Santa Olga, en enero de 2017, producto del mega incendio forestal, y que arrasó con 1.200 casas, fue un episodio bisagra para este talquino, quien sin pensarlo dos veces se jugó sus cartas y asumió como propio, el levantar de las cenizas a la comunidad y a sus más de 5 mil habitantes. 

Entre quienes fueron sus “escuderos” en la conducción de la cartera regional, recuerdan que ese afán de “querer mover el cerco de lo posible en política pública habitacional”, fue el empujón para comprometer a los equipos ministeriales, convencer a las autoridades del nivel central y poner a prueba su liderazgo. Iniciar el trabajo de reconstrucción de Santa Olga, era la consigna. 

Así comenzó este proceso transformador y de mucho aprendizaje para quien hoy asume la tarea para convertirse en alcalde de Talca, otorgarle a la ciudad un peso específico y volver a posicionarla entre las grandes urbes de la zona centro sur del país.    

Quien hoy es el abanderado de la Unidad Constituyente, no se anda con chicas, y es que los desafíos que puedan ir surgiendo parecen no incomodarle en lo absoluto. De joven, cuando cursaba su enseñanza media en el Colegio Andrés Bello, comenzó a adentrarse en el mundo de la política, más aún que en casa el tema siempre copaba las sobremesas o las calurosas jornadas hogareñas en la Villa Los Naranjos, en compañía de su madre Blanca y su padre Kiko. Ambos, como buenos funcionarios del Estado, sin duda, han jugado un rol esencial en su formación, apego y respeto por el servicio público.

Como aquellos futbolistas que se jactan de haber jugado en los tres grandes del balompié chileno, Rodrigo Sepúlveda, también muestra sus credenciales. En sus inicios como profesional, el Poder Judicial lo acogió laboralmente. Luego pasó al Legislativo, donde por 17 años asumió como jefe de gabinete del diputado Pablo Lorenzini. Finalmente, el Ejecutivo se convirtió, en lo que él reconoce, como su destino favorito.  

Sus pasos por las municipalidades de Pencahue y Constitución, además de sus labores de consejero regional del Maule, donde llegó a ser el más joven del país; también dejaron huella en este ex demócrata cristiano, y que hoy pese a su independencia, se desarrolla bajo el alero del principal bloque opositor.

Hoy a poco más de un mes de las elecciones que determinarán a quien dirija los destinos de Talca por los próximos cuatro años, el aspirante al principal sillón edilicio, recibió a Diario Talca para dialogar de su mirada futura de ciudad y de cómo darle esperanza a la que considera una gris capital regional.

Una experiencia amplia en muchos ámbitos que fue forjando a la persona, al profesional y también al político.    

“Por supuesto que sí, pero por sobre todo va forjando conocimiento y preparación. He dicho en muchas ocasiones que uno al municipio no puede entrar a aprender, por el contrario, se debe entrar a vaciar todos los conocimientos aprendidos en sus años de desarrollo y acción (…) Ese bagaje me ha permitido, además, conocer diversas realidades, relacionarme con distintas personas y de esa manera poder ir generando esas habilidades blandas que tan necesarias son hoy en día”. 

 

Pero a pesar de ese bagaje y la diversidad de funciones realizadas fue en la secretaría ministerial de Vivienda donde la experiencia fue distinta. ¿Cómo se recuerda ese paso por dicha cartera?

“Fuimos capaces de formar y mantener un equipo profesional de excelencia, y que es la base para poder hacer los cambios en políticas públicas (…) Trabajar con todos y con todas, con un fuerte liderazgo, hace que los equipos se motivos y puedan cumplir las metas que eran bastante osadas y atrevidas como el generar parques, kilómetros de ciclovías y terminar el proceso de reconstrucción del terremoto del 2010. De esa manera fuimos capaces de correr el cerco de lo posible y de hacer entender a la autoridad de Santiago, que las regiones tienen importancia y que es importante trabajar con los presupuestos, que es importante articularse con todos los organismos del estado, ya sea gobierno regional o municipios”.

Pero también hubo una apuesta de construir un Minvu a puertas abiertas…

“Lo que cambió y dio un giro a la política pública en la región fue la relación con las personas. La gente iba al Ministerio de Vivienda y se sentían en casa (…) Siempre se atendía público durante la semana, sin días ni horarios específicos, y eso fue generando una mística que permitió hacer grandes transformaciones en la ciudad y en la región. Eso, hasta el día de hoy se reconoce por moros y cristianos; y creo que fue también un despegue para que otras autoridades políticas pudieran comenzar a comunicar de otra forma lo que se hacía.

Este trabajo cercano a la gente, era esencial, como también lo fue la labor en terreno y el cumplir la palabra. Obviamente quedaron muchas cosas por hacer y que no se pudieron cumplir por múltiples razones; pero en la mayoría de los casos fuimos capaces de empezar o terminar proyectos emblemáticos, de los cuales en Talca se hablaban hace muchos años y que nadie había concretado. Hablamos de la Avenida Lircay, el Parque Canal de la Luz o el Parque Piduco, entre otros”.

 

¿Ponerse al servicio de la gente fue la receta para el éxito de esa gestión?    

“Ponerse al servicio de la gente es un rol que lo da la función pública. Uno es funcionario público para eso, pero en Minvu era trabajar con la gente desde el territorio, poder escucharlos y así ellos pudieran influir en la política pública; y que pudieran entender que lo que ellos viven en el día a día es lo que la autoridad tiene que interpretar. No sacamos nada con seguir planificando desde el escritorio de un ministerio o una alcaldía. Se necesita planificar con la gente, porque son ellos los que saben dónde les aprieta el zapato, dónde están los focos de delincuencia o en qué lugar está el problema de arborización o veredas. Eso hay que encarnarlo en un proyecto y en un programa y por cierto hacerlo política pública (…) La relación con los funcionarios, con gente comprometida también es clave. Uno puede tener un liderazgo muy importante, pero si no se tienen equipos preparados para esto y que estén en la misma sintonía, uno va directo al fracaso”.         

En los círculos de la entonces ministra Paulina Saball, siempre se habló que Rodrigo Sepúlveda fue el “mateo del curso”, y que destacaba por sobre los restantes seremis del país. ¿Era tan así o hay mucho de mito en eso?

“Más que el mateo del Minvu, yo creo que fui el rebelde (…) No debemos olvidar que la ministra Saball es talquina y por tanto no se le podía mentir, pues ella conocía el paño y la dinámica de la ciudad.

Acá hubo un trabajo de equipo potente, porque no olvidemos que nos enfrentamos a cosas duras, como fue el incendio de Santa Olga y donde la gente, además de perder sus hogares, quedó en la más absoluta indefensión; o lo complejo que resultó encontrarse con más de 10 mil familias que post reconstrucción del terremoto de 2010, no tenían regularizada su situación de vivienda y por tanto no podían acceder a otros beneficios. Además, teníamos una secretaría ministerial apagada con poca motivación y un mal clima organizacional, y fuimos capaces de levantarla.

En esta tarea, la ministra y el gobierno nos creyeron, entendiendo que había que darle atributos a la región; dejándonos funcionar solos, y respondimos. Y respondimos, porque se generaron, se fortalecieron y se incorporaron los equipos en esta lógica de entender que íbamos a estar de paso, que nuestra función tenía que marcar un antes y un después, y que la relación con las personas, poniéndolas a ellas al centro de la política pública, era lo fundamental”.

Liderazgo, apertura ciudadana, equipos comprometidos; pero la relación con las redes sociales fue factor también a la hora de comunicar este modelo exitoso.      

“No quiero pecar de soberbio, pero créame que antes de esto las autoridades ocupaban muy poco las redes sociales. Muchas veces fui criticado por la sobre exposición de eso, pero era la idea de mostrar lo que hacía una cartera de gobierno y de su trabajo en terreno. Fue una forma de la que gente pudiera empaparse de lo que significaba la acción, los traslados diarios o las gestiones cuando se trataba de pelear los recursos; pero también mostrar un lado complejo y las dificultades que esta labor nos ponía delante, como protestas o críticas que pudieran ir surgiendo en este andar.

Lo importante es que la gente fue entendiendo y empatizando que el rol de lo público también tiene que ser abierto, transparente y visto por la mayoría”.   

Satisfacción por los logros y el trabajo hecho, pero también hubo que enfrentar una tragedia sin precedentes, como fue el incendio de la localidad de Santa Olga. ¿Cómo marcó ese episodio en lo personal?  

“Lo de Santa Olga marcó un antes y un después, no sólo para mí, sino que para la política pública en Chile. Fue un antes y un después de cómo debe hacerse el trabajo de planificación de las ciudades (…) A nosotros nos golpeó porque se arrasó una localidad entera; pero a la vez fue un desafío porque obligó a los equipos a trabajar hasta 19 horas al día. Eso permitió tener resultados a los 21 días de esa tragedia, al disponer de un plan maestro de reconstrucción.      

Fuimos capaces de demostrarle al intendente de la época, a la presidenta y a un enorme grupo de ministros que estuvo en la zona, que era posible correr el cerco y que podía construirse con buena calidad, con condiciones de habitabilidad y seguridad para las familias. Hoy podemos ver una comunidad con agua potable y alcantarillado, y eso fue porque superamos los estándares.

En Talca queremos lo mismo para La Obra Huilquilemu que lleva 50 años esperando alcantarillado, para San Valentín que sigue con sus caminos de ripio y polvo; y lo propio para sectores como Huilliborgoa y Aldea Campesina. Ellos son parte de la ciudad, pero han visto como la modernidad pasa por delante de sus ojos sin recibir nada”.

 

Pero las críticas y cuestionamientos no son ajenas al trabajo público. ¿Cómo se asume eso cuando hay un convencimiento de que el trabajo realizado se hace de manera adecuada?

“Los que estamos en lo público sabemos que las críticas van a existir siempre. Hagas o no hagas, siempre habrá algún cuestionamiento, porque siempre habrá alguien que se sintió afectado, pasado a llevar por una decisión o porque a su juicio no recibió lo que esperaba.

En Santa Olga, por ejemplo, hasta el día de hoy existen críticas; ya sea por la compra de terrenos, porque se les entregaron viviendas a los allegados o arrendatarios. Pero nosotros entendimos que, para poder construir una nueva comunidad, había que generar igualdad de condiciones (…) El estar expuesto es parte de lo público y a mí me gusta la crítica cuando se hacen con fundamento y para aprender; no así aquella que malintencionada, injuriosa y calumniosa. Ésas las dejó pasar de largo”.      

EN CARRERA POR EL MUNICIPIO

Corría el 2016 y Rodrigo Sepúlveda ya coqueteaba con la posibilidad de convertirse en candidato a alcalde por Talca. Su exposición mediática, su despliegue generado desde el Minvu y especialmente un movimiento social que se convirtió en su punta de lanza, hacían pensar que su nombre estaría en la papeleta de los pasados comicios.

Sin embargo, y a pesar de haber ganado en una encuesta interna de la Democracia Cristiana, a la entonces secretaria ministerial de Economía, María Elena Villagrán, su nombre nunca llegó a buen puerto y en definitiva fue la abogada talquina quien se convirtió en la abanderada de la oposición.

El propio Sepúlveda reconoce que fue un momento de tristeza, pero también el quiebre definitivo con muchos dirigentes políticos falangistas, lo cual finalmente gatilló su renuncia a la colectividad.

“Ahí entendí que cuando se está en un partido político uno se tiene someter y no se puede revelar (…) Tras renunciar, mi dolor es con las personas no con el PDC. Soy una persona progresista, humanista, transformadora y que cree en los partidos políticos. Creo que son un buen colectivo para generar cambios en la sociedad, pero muchas veces las personas que dirigen son las que a uno la alejan”, comentó.

¿Y volver a militar en un partido es opción o se descarta?    

“Por supuesto que volvería a militar en algún partido. Pero hoy la independencia me permite tener otra mirada, no estar sujeto a ninguna regla o a ningún compromiso mayúsculo con ningún político”.

Toda nominación a una candidatura no es fácil y es que tiene sus bemoles. ¿Cómo se vivió este proceso de convertirse en el abanderado de la Unidad Constituyente?    

“Fue un camino pedregoso y duro. En octubre de 2019, los entonces cuatro precandidatos habíamos firmado un acuerdo; pero cuando el Partido Comunista decide no participar en ningún proceso, se cae ese acuerdo. Hicimos todo lo posible para que hubiese primarias o consulta ciudadana (…) La responsabilidad hay que buscarla en los partidos. 

Hoy el desafío es enorme, existiendo mucha desigualdad en el tema electoral, con un estallido social y una pandemia que nos ha obligado a desplegarnos de una manera distinta. En mi caso también, tuve que renunciar el 25 de octubre de 2019 al cargo de consejero regional, despojándome de esa zona de confort para salir a la calle, lo que por lo demás me ha servido mucho”.

Finalmente, la nominación se dio a través de encuesta telefónica. ¿Fue un error no haber entregado los resultados de manera pública como se había comprometido?  

“Puedo decir que los resultados siempre fueron público. Lo que no entiendo es porque los partidos políticos, a través de sus directivas, no lo hicieron así. Eso es una responsabilidad de ellos” 

¿Y hoy desde esa independencia cómo se les hacen guiños a los partidos para pedir el apoyo y convencerlos que se sumen a la candidatura? 

“Yo soy militante del progresismo, milito en la centroizquierda y acá voy a estar siempre. Yo no soy independiente de ideas, no soy independiente de un colectivo. La Unidad Constituyente es mi casa, es con quien comparto ideales y es con quienes hemos caminado muchos años juntos.

Mi independencia es de filiación política, no de ideología. Esto es lo que hemos tratado de motivar con las directivas regionales y con una gran cantidad de candidatos a concejales y concejalas (…) Hoy la gente en la calle pide unidad y en lo personal he hecho un esfuerzo por lograr la más amplia unidad posible. Eso sí, hace muchos años que en Talca eso no se da; y así hemos perdido dos elecciones municipales, justamente por la división (…) Cuesta generar un proyecto colectivo cuando las aspiraciones individuales están por sobre los intereses de la comunidad”.

Pero al parecer algunos no logran entender esa unidad. Hoy existen candidatos a concejales del PS que abiertamente trabajan con otros aspirantes a alcalde.    

“La ciudadanía sabe quiénes son y seguramente tendrán su reprimenda en las urnas (…) Cuando uno está en un partido político es porque asume que la decisión colectiva es la que tiene que primar. Cuando uno milita en un partido somete sus acciones a la decisión del partido; pero eso habrá que preguntárselo a ellos. Yo estoy por centrarme en los miles de independientes que no fueron a votar y los miles que cada día se unen a esta candidatura”. 

Para aspirar al municipio es clave tener un diagnóstico de lo que se ha hecho desde su institucionalidad, ¿cuál la evaluación de la actual gestión alcaldicia?

“Talca carece de un relato. Hoy me cuesta dibujar la identidad de la ciudad, como también me cuesta entender que la participación no sea un elemento central. No esa participación instrumentalizada que se hizo en el caso del tema del by pass, donde se reunieron a 500 dirigentes para decir no al proyecto, pero a la semana siguiente y entre cuatro paredes, se firma el sí a las obras.

Siento que Talca sigue siendo una ciudad que no despega, donde hay pocas obras de infraestructura vial, existe un problema severo de congestión que debemos abordar con premura y lo propio en materia de contaminación ambiental. Las dificultades siguen siendo las mismas desde hace dos décadas”.

¿Falta un director de orquesta más osado y con visión de futuro?

“Durante los últimos 12 años nos han gobernado los mismos, y ahí siento que falta un liderazgo, alguien que pueda convocar y guiar. Que convoque por ejemplo a las universidades, pero no sólo en el papel, sino que en la decisión de la inversión pública (…) Sumar al mundo privado, cuyo rol es fundamental, y con el cual me he reunido para generar una carta de navegación para los próximo 20 años (…) Se dice que Talca está bonito, pero su Alameda, la Plaza de Armas y su diagonal siempre han sido bonitos; pero saliendo de esos perímetros uno se da cuenta de la desigualdad de los barrios.   Es aquí donde siento que Talca es una ciudad maquillada, pero lo peor es que hoy está secuestrada por unos pocos, y mientras ello continúe, lo que se puede avanzar es mínimo”.

¿Es ahí entonces cuando nace este Talca es Esperanza?      

“Hoy la esperanza es superar la pandemia, que mejore la situación económica y la esperanza de construir una ciudad mucho más justa y equitativa. Lo veo a diario en los barrios. La gente tiene esperanza que podamos dar un giro a la salud, entendiendo que no sólo es una mirada clínica, es también lo familiar y preventiva.

La gente tiene esperanza de que sus barrios estén en movimiento, se recuperen y que los jóvenes sean parte de ello; y para eso el deporte y la cultura deben ser ejes centrales del desarrollo local (…) Debemos volver a poner el foco en las personas, en atender a los dirigentes sociales, en apoyar a sus organizaciones y en abrir el municipio para gente que no sólo comparte la decisión del alcalde, sino que se abra a todos y todas sin distinciones”.

En lo personal siempre ha mencionado al municipio como la empresa más grande de la comuna…

“La municipalidad debiera ser el motor de desarrollo más importante, porque hoy tiene un presupuesto incluso mayor al del propio Gobierno Regional. Pero esto tiene que ser congregando a todos y no a unos pocos. Hoy ese secuestro del que hablo es una piedra de tope al desarrollo y la equidad, porque son unos pocos los que gozan de los beneficios y una amplia mayoría sigue esperando respuesta a sus necesidades más urgentes.

Talca tiene hoy, y después de mucho tiempo, una esperanza de cambio real y de hacer las cosas bien. Es ahí, donde la meritocracia, transparencia y probidad adquirirán una importancia central dentro del eje de nuestra gestión municipal”.   

Existiendo el recurso humano y la materia prima, ¿cómo Talca da el salto de calidad y se vuelve a posicionar dentro de las ciudades más importantes del país?

“Pensando en grande, con buenos equipos, con buenas personas y con gestión pública. Hay proyectos como el de las Escuelas Concentradas o el Mercado que tiene aprobados sus recursos y sólo requieren de voluntad política para avanzar (…) Cuánto invierte el municipio en pre inversión o cuántos diseños tiene hoy el municipio, listos para obras de ejecución.

Tenemos que ver para dónde proyecta la ciudad, y para eso Talca tiene que volver a recuperar su alegría. Debemos devolver la ciudad a nuestros vecinos, a los adultos mayores y niños, quienes hoy están encerrados en sus casas porque no existen los espacios adecuados ni seguros para desarrollarse (…) Si no somos capaces de eso, seguiremos marcando el paso y siendo una ciudad carente y pobre debajo de un maquillaje”.  

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