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Personal de Salud y crisis sanitaria: La dignidad y el reconocimiento que no llegan

Hoy, a más de un año del comienzo de la pandemia, recuerdo cómo todas y todos la/os trabajadora/es del área de la salud estábamos con toda la fuerza y disposición para enfrentarla. Recuerdo en especial, la decisión de dejar a las propias familias para protegerlas y seguir el llamado de nuestra vocación, aún cuando las condiciones contractuales no eran las mejores.

La transformación de los servicios básicos en camas críticas para aumentar la cobertura a pacientes UCI en todos los hospitales de Chile, llevó a la contratación de personal en calidad de honorarios, abriendo la puerta a la precariedad. Conocidas son las condiciones de un/a trabajador/a bajo este sistema, bajo el cual, y sólo como ejemplo, no pueden enfermarse porque no existe la figura de la licencia médica; ni tampoco pueden descansar, ya que no tienen derecho a vacaciones. Sin embargo, esto no fue un problema para que lo/as funcionario/as de salud se mantengan en la primera línea para asegurar la atención de lo/as pacientes.

El escenario actual es peor que hace un año. Contagiados que bordean los 8 mil diarios; 25% de profesionales de la salud fuera del sistema por licencias y agotamiento; y una autoridad negacionista que no trabaja para cortar la cadena de contagios y continúa con su nefasto Paso a Paso centralizado y reactivo. Una autoridad auto complaciente que comunica como algo exitoso la apertura de más camas UCI, cuando en realidad eso demuestra cómo ha fallado. O que se auto felicita por la exitosa campaña de vacunación, liderada por enfermeras y personal de salud, mientras suben las cifras de contagios y fallecidos y la prensa extranjera nos muestra como el ejemplo de “LO QUE NO HAY QUE HACER”, para erradicar el virus de la faz de la Tierra.

Cuando ya la leche está derramada y la apertura de más camas UCI a nivel país es una realidad, apareció un nuevo factor, uno que claramente NO vieron venir: ya NO hay más recurso humano para administrarlas y mantener contenida la crisis sanitaria. Si a ello sumamos que el personal que lleva más de 365 días trabajando -y sin pausa-, se encuentra destrozado, nos tropezamos con una verdadera catástrofe. Porque no hay manos para atender la actual demanda; y las que quedan, están carcomidas por el agotamiento físico y mental, que tiene a muchos y muchas con crisis de pánico, angustia, depresión y alteraciones del sueño, por nombrar algunos de los trastornos que lo/as afectan.

Como dirigente gremial, me duele ver a mis colegas así. Las precarias condiciones que el Gobierno de Chile fomenta para quienes sostienen el sistema de salud, tienen forma de migajas llenas de indolencia. Y aún cuando nuestra vocación de servicio se mantiene intacta, ya es hora de que nos cuide, nos respete.

Más que nunca, se debe reconocer al personal de salud a honorarios con una mejora de sus condiciones laborales -como el derecho a vacaciones- y el pago de los $200.000 de la asignación del Bono COVID, que con tantos fuegos artificiales anunciaron el año pasado, y sólo quedó en un voladero de luces. Ya es hora que las autoridades dignifiquen el trabajo de quienes sostienen la red de salud del país. Los más de 37.000 funcionarios de salud contagiados y lo/as fallecidos no son cifras, son parte de lo/as trabajadore/as que lo han dado todo, a riesgo incluso de sus propias vidas.

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