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«Halloween y los excesos azucarados: una oportunidad para educar en salud» por Katherine Pizarro – Nutrición y Dietética Santo Tomás Talca

Halloween se ha instalado con fuerza en nuestro país. Cada 31 de octubre, las calles se llenan de disfraces, risas y bolsas repletas de dulces. Esta celebración, que para muchos niños es sinónimo de diversión, también se ha convertido en un desafío para las familias y para quienes trabajamos en salud y educación. El consumo excesivo de golosinas en una sola noche puede parecer inofensivo, pero sus consecuencias no lo son.

Los dulces más habituales en Halloween —caramelos, gomitas, chocolates y bebidas azucaradas— concentran altas cantidades de azúcares simples, grasas saturadas y aditivos. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), los azúcares libres no deberían superar el 10 % de las calorías diarias, y lo ideal es mantenerse bajo el 5 %. En la práctica, bastan 8 a 10 dulces pequeños para sobrepasar esa cantidad. El exceso de azúcar aumenta el riesgo de caries, sobrepeso, resistencia a la insulina y alteraciones del apetito, además de contribuir a un patrón alimentario desequilibrado.

Las consecuencias van más allá de lo físico: el consumo desmedido de azúcares en edades tempranas refuerza la preferencia por sabores intensamente dulces, lo que dificulta la aceptación de alimentos naturales como frutas o verduras. Por eso, abordar esta festividad desde una perspectiva educativa es fundamental. Halloween no tiene por qué eliminarse, pero sí requiere orientación y límites claros.

A continuación, algunos consejos prácticos que pueden ayudar a las familias a disfrutar de Halloween sin excesos:

Planificar antes de salir: ofrecer una comida saludable o una colación nutritiva antes de recoger dulces. Así se evita que los niños salgan con hambre y consuman en exceso.

Definir límites claros: acordar cuántos dulces se pueden comer y en qué momento. Idealmente, concentrar su consumo en un solo día o después de las comidas principales.

Seleccionar los dulces: preferir aquellos menos pegajosos o duros, que permanecen menos tiempo en la boca, reduciendo el riesgo de caries.

Promover alternativas creativas: frutas decoradas, mini brochetas de frutas, galletas caseras o frutos secos pueden ser igual de atractivos si se presentan con imaginación.

Fomentar la hidratación: ofrecer siempre agua en lugar de bebidas azucaradas o jugos.

Refuerzo del cepillado dental: cepillar los dientes con pasta fluorada después de comer dulces, para disminuir el daño en el esmalte.

Educar con el ejemplo: si los adultos también moderan su consumo, el mensaje se vuelve más coherente y efectivo.

El foco debe estar en la moderación, la selección inteligente de alimentos y la supervisión familiar. Más que prohibir, se trata de enseñar a disfrutar conscientemente, fortaleciendo hábitos que se mantengan durante todo el año.

Halloween no tiene por qué ser un enemigo de la salud. Al contrario, puede transformarse en una oportunidad para conversar sobre alimentación, autocuidado y responsabilidad compartida. La educación nutricional no consiste en restringir, sino en enseñar a disfrutar con equilibrio.

Celebremos esta fecha sin culpa, pero con conciencia. Porque el verdadero “truco” no está en acumular dulces, sino en aprender desde la infancia que la salud también se cuida mientras se disfruta.

Katherine Pizarro Corbalán

Directora Carrera Nutrición y Dietética

Universidad Santo Tomás Talca

 

 

 

 

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