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Cauquenes

El resultado

Estoy decepcionado. El resultado no fue el que esperaba. Se suponía que después del fin de semana iba a tener todo claro. Que iba a volver a Talca seguro de que había valido la pena. Que dejaría de pasarme películas y que el futuro sería en colores. 

Y resulta que nada volverá a ser lo mismo. Nadie se baña dos veces en el mismo río, aunque parezca que es el mismo río, la misma agua. Un día puede que hasta salga el sol y meter los pies en el agua sea una fiesta. Pero resulta que es el mismo río, el mismo maldito río.

Yo quería un cambio, quería que mis hijos se sintieran mejor, más seguros. Poder salir a la calle tomados de la mano. Saludar a la vecina, preguntarle si necesita algo. 

¿Es mucho pedir volver a la normalidad? Volver a sentirme persona. Volver a ser feliz. 

En todo eso pensaba de regreso a Talca después de votar en Santiago. A la altura de Rancagua me llama mi sobrino para decirme que estaba celebrando el triunfo de los independientes. Me dice que ahora sí tenía fe en el futuro de Chile. Ahora podemos cambiar las cosas, insistía casi gritando en una especie de catarsis digital. La vieja guardia ha sido derrotada, concluía haciendo referencia a los políticos anclados en sus egos de patrones de fundo. 

No alcancé a escuchar la totalidad de su última frase. Tío, me dijo, tienes que dejar de…y se cortó la llamada. 

No quise marcar de vuelta. Lo llamaría al llegar a Talca. 

Pensé en Roberto Celedón, un abogado medio famoso, y en la Bárbara Rebolledo, una colega retirada. Me los imaginé sentados en el salón principal del ex Congreso mirándose con cara de sorpresa, imaginando qué está pensando el otro. 

Pero ni siquiera esa imagen logró sacarme de la angustia. Lucía se quedó muda cuando le pedí que volviéramos. Solo me miró unos segundos y al darse vuelta para salir de la pieza creí ver una mueca irónica en su rostro. Ni siquiera me despedí de los niños. Bajé del departamento y tomé el primer taxi que pillé.

Sentado en el asiento del bus traté de recordar el rostro de Lucía. Quizás no fue una mueca irónica. Tal vez, una leve sonrisa. 

Con la incertidumbre del que espera demasiado, traté de dormir. Pero fue imposible. Mi viaje a Santiago había sido un fracaso. El resultado no fue lo que esperaba. 

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