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El enigma de Sloterdijk

Encantamientos en prosa (FCE/CEP, 2020), editado por Leonidas Montes, es una recopilación de las tres entrevistas realizadas a Peter Sloterdijk en su visita a Chile a fines del 2018, invitado por el Centro de Estudios Públicos. “Lo más hermoso del paso de Sloterdijk por Chile fue volver a darnos cuenta de que las ideas y la filosofía nos unen”, precisó en su momento Leonidas Montes, editor de la publicación y director del Centro de Estudios Públicos. 

DiarioTalca conversó con el filósofo Aldo Bombardiere Castro, de la Universidad Alberto Hurtado (Santiago, 1985), para profundizar sobre el pensamiento de Sloterdijk.

Aldo, Peter Sloterdijk es un pensador original, que deja estela de genialidad. ¿Por qué algunos lo llaman el Nietzsche del siglo XXI?

Efectivamente, Sloterdijk es un pensador provocativo, que emite su discurso desde un lugar que no es fácil reconocer. No se trata de un filósofo académico ni tampoco de un intelectual plenamente público, sino de una especie de filósofo-poeta, de un pensador irreverente y creativo, a veces demasiado ecléctico o abusivo de analogías, pero siempre sagaz y, por lo mismo, incómodo.

Esta actitud, tan distinta a la del filósofo tradicional más preocupado de la rigurosidad de la razón antes que del vigor creativo de la misma, lo asemeja a Nietzsche. Pero eso no es todo.

Además de esa originalidad, hay una semejanza de perspectiva. Ambos examinan la historia de Occidente a partir de un método genealógico totalmente opuesto a una visión progresiva o finalista de la historia. Tal método tendría por base la dimensión de los afectos, la configuración, represión y desborde de las pasiones humanas, su potencia para desear y para odiar, para consolarse o vengarse bajo la construcción de un destino mítico (tal cual el caso de las religiones), así como para desatar la ira destruyendo cualquier horizonte trascendente a la dictadura del presente (tal cual el caso del nihilismo contemporáneo). Por ello no resulta extraño que el resentimiento sea un concepto de llegada (y nuevo punto de partida) para ambos pensadores”. 

 

En estos tiempos se habla mucho de la responsabilidad del intelectual en el ámbito público. ¿Cómo ha irrumpido Sloterdijk en estos espacios?

 “Quisiera limitarme a hablar de su visita a Chile en el año 2018, pues creo que se trató de un evento que, junto con seguir brindando aspectos dignos de ser pensados, grafica muy bien lo que irradia la figura de Sloterdijk. Por lo mismo, creo que la pregunta utiliza el término preciso: irrumpir. Me explicaré. Sloterdijk participó en tres jornadas de conversación: las dos primeras en el Centro de Estudios Públicos, laboratorio de pensamiento de la derecha neoliberal, y la última en la Biblioteca Nacional, recinto emblemático de los valores republicanos.

En las tres ocasiones hubo muchísimo público. El Fondo de Cultura Económica publicó un cuidado libro, ‘Encantamientos en prosa’, donde se reúnen estas conversaciones y que, a primera vista, podría parecer la coronación de un evento perfecto. Pero no es así”.

¿Por qué?

“Ya en el prólogo de ese libro, Leonidas Montes, director del CEP, escribe que hubo muchas críticas referentes a la evasión de preguntas por parte de Sloterdijk, aunque, sin embargo, ello no restara que las intervenciones del filósofo fuesen interesantísimas. Resulta extraño, también, que Sloterdijk mencione una vez a Chile durante las tres jornadas, y que lo haga en relación a la producción de vinos; al igual que su reunión con Piñera en La Moneda, en cuya ocasión, admirado por una tela de Matta, relató algunas anécdotas del pintor al Presidente.

Mirado con distancia, y sobre todo a la luz de la revuelta popular iniciada en Octubre del 2019, estos hechos pueden ser leídos como una especie de parodia, y son capaces de despertar una atracción por extrañamiento.

¿Qué significa que el CEP ovacione a Sloterdijk, heredero a medias de una tradición crítica del capitalismo, mientras las palabras del filósofo -pronunciadas en un país tercermundista a meses de empezar a desencadenarse la potencia popular capaz de destituir la Constitución vigente- omitían cualquier análisis de la realidad no-europea, contrahegemónica, anticapitalista y periférica? ¿Significa un involuntario punto ciego por parte del CEP o una manera de esquivar, ahora ya no de Sloterdijk sino de la tradición filosófica eurocéntrica que él representa, el problema de la pobreza, la desigualdad y los abusos? Es algo dificilísimo de responder.

Ahora bien, si uno revisa las jornadas de conversaciones encontrará que las dos primeras se vuelven un diálogo de sordos, lo cual no anula la profundidad del pensamiento de Sloterdijk, mientras que en la tercera, gracias a la afinidad con Warnken, emerge un espíritu, un fulgor poético, capaz de invitar a Sloterdijk a la divagación y a la asociación creativa de ideas. A lo que voy: si la pregunta es ¿cómo ha irrumpido Sloterdijk en los espacios públicos? Pues, como irrumpió en Chile: imprevisible y salvaje, irónico e intempestivo; absurdo para algunos, venerable para otros.

En una palabra, ha irrumpido como una pregunta abierta, como un enigma en sí mismo. Y los enigmas, bien lo sabemos, nos intrigan, nos interpelan y nos demandan a pensar mucho más allá de una eventual solución”.

EL FILÓSOFO EN LA ARENA PÚBLICA

¿Qué puede aportar el filósofo en la discusión pública?

“Creo que se podría responder al menos desde dos perspectivas. Primero, y desde una posición tradicionalista, el filósofo sería el garante del pensamiento reflexivo y, a través de éste, de los logros de la alta cultura a lo largo de la historia, recalcando el sentido de los valores que fundamentan el buen vivir y la convivencia democrática.

Bajo tal posición, el filósofo ejerce el rol de un guardián del saber, adoptando una disposición contemplativa y promotora de la escucha, del diálogo y del debate ciudadano. En suma, idealmente este modelo de filósofo marcaría las condiciones de posibilidad, los alcances y los límites del debate deliberativo dentro de la opinión pública”.

¿Cuál sería la otra perspectiva?

“En tiempos de crisis también emerge otra actividad filosófica. Aquella ya no sólo comprometida con lo público, sino que ejerce un trabajo filosófico radical con miras a problematizar las desgastadas certezas de toda la existencia política (pues, para este tipo de filósofo, toda existencia es política).

Se trata de un pensador que diluye la frontera entre lo público y lo privado, para pensar en y desde la misma potencia y devenir de la vida: más que desde la seguridad de las categorías, a contrapelo de éstas. Así, la revuelta popular activada en octubre del 2019, se puede leer como un momento destituyente y radical, lejano a todo programa predeterminado o vanguardia revolucionaria, y que, poblando las calles de cuerpos, de creatividad, de protesta, de violencia y de expresividad, ha cuestionado el orden establecido (constitucional, político, económico y vital), y ha interpelado a los filósofos.

En este escenario el filósofo abandona su otrora posición de poder, ya sea su rol pedagógico (destinado a iluminar a los alumnos) o pastoral (destinado a guiar al rebaño), para pensar desde la acción popular y en vistas de la potencia de una inteligencia común”.

 

Cuando escribe Sloterdijk del continuo resbalar de la existencia, ¿a qué se refiere?

Es un término muy hermoso. Al comienzo de su conversación con Cristián Warnken, Sloterdijk lo pone en relación comparativa con el hombre medieval. Bien sabemos que durante gran parte del Medioevo dominó la figura antropológica del ‘Homo Viator’, es decir, del hombre como caminante, como peregrino, que recorre este mundo determinado por su tumba como punto final, pero que, gracias a las posibilidades que se le presentan en la vida, contaría con la gracia de poder acceder al Paraíso.

En una palabra, se trata de un viajero porque ha caído del Edén y, levantándose de esa caída, ha emprendido un camino para retornar a él después de la muerte: esa, la salvación, sería su misión tras peregrinar a su propia tumba. No obstante, en la modernidad, con la muerte de Dios decretada por Nietzsche, esa imagen del viajero, del caminante por un sendero determinado y hacia un punto también determinado, yace obsoleta. El hombre actual es un ser ya no caído, sino que cae constantemente, que resbala y al cual se le torna imposible erguirse y caminar.

Haber perdido el fundamento y horizonte metafísico que representaba Dios, así como su sustituto ilustrado condensado en la idea de progreso histórico, significa resbalar constantemente: hoy no deja de asediarnos esa tensión neurótica entre la acción de caer y el deseo de levantarnos y caminar por un sendero en el cual nos gustaría confiar.

Y es en este concepto donde Sloterdijk evidencia la influencia de Heidegger: tenemos que construirnos sobre ese mismo resbalar, en medio de ese extravío y acción de caer, esto es, arrojados al mundo y entramados con él, como sujetos situados, siempre inconclusos, frágiles y erráticos”.

El resentimiento, un estado anímico movilizador del mundo actual del que habla Sloterdijk, ¿a qué nos conduce?

Durante la modernidad, según Sloterdijk, los grandes bancos del resentimiento fueron la Iglesia y el comunismo en su variante stalinista. En ambos, los seres humanos depositaban su ira, su protesta, sus pulsiones eróticas y destructivas, acumulando un peligroso resentimiento, y, a cambio, recibían pequeñas dosis de esperanza, reconocimiento y sentido de pertenencia.

Hoy en día, tras la caída de la URSS y con una Iglesia muy debilitada y desprestigiada, Occidente sólo puede aspirar a que los partidos políticos constituyan bancos de afectos, pero ellos, colonizados por los mercados financieros y aquejados por una profunda crisis de representación, tampoco son capaces de administrar los afectos.

En ese contexto, cada individuo se vuelve un empresario de sus propios afectos, acumulando y dilatando la ira, mascando el resentimiento y anhelando la venganza. De ahí que el análisis realizado por Sloterdijk sea marcadamente psicopolítico, destacando la dimensión pulsional, accidental e intempestiva en que descansan (o se convulsionan) tanto nuestros afectos como nuestras instituciones”.

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