Creo, repito, creo; que hoy me dijeron un piropo…
Aunque ahora que lo pienso no estoy muy segura…
«Tu candidez es insuperable», me dijeron….
Mmm… ¿¿Mi candidez del tipo Eréndira que va con su abuela Desalmada quien, en castigo por haberle quemado la casa, la prostituye??
¿Será que quiso decir «calidez» y le falló el auto corrector? Puede ser.
El problema es que después se puso peor: «Eres un oasis en medio de tanta pega»…
Mmm… ¿Un oasis del tipo oasis que era Chile antes del 18 de octubre?
Y que conste que me han dicho cosas extrañas…
Alguna vez alguien me dijo que era «exuberante»…
No sé qué habrá entendido “el este” por exuberante, pero yo pensé en el Amazonas. Verde, inexplorado, de naturaleza selvática y salvaje…
¿Será? ¿Seré?
Esto fue en vivo y en directo, así que el auto corrector no fue…
Pero, creo que el que gana el premio a la cosa más extraña que me han dicho queriendo decirme algo lindo, es un querido amigo al que no quiero nombrar, pero su nombre empieza con J y termina con Juan Pablo, cuando en un arrebato de veterinario o apostador en la hípica me dijo que parecía «una yegua inglesa»…
Una yegua inglesa… ¿Qué diablos?
Por suerte entonces ya existía Google y en realidad las yeguas en cuestión me parecieron lindas, altas, de piernas largas, poderosas…
Aparte, al hombre lo quiero y me niego a creer que haya querido decirme una pesadez.
No sé ustedes, pero yo crecí escuchando piropos en un Chile donde a nadie le importaban mucho.
Pero ahora el asunto del piropo ya no es la frase graciosilla que nos gritaban desde las construcciones. Ahora es sinónimo de acoso y amerita parte…
Habiendo tanta otra cosa importante por la que pasarlos. Pero bueno…
Lo que a mí me pasa, es que, por un lado, no entiendo la naturaleza masculina en cuanto a querer decirle a una mujer que pasa por la calle, a quien no conozco; algo que nunca me preguntó.
Pero tampoco comprendo la gravedad que se le asigna a la opinión de un desconocido que, a veces queriendo hacerse el lindo va y grita: lo que sea que grite…
Y, aunque debo reconocer que muchas veces he respondido a un «mijita rica» con un “gracias, se hace lo que se puede”, ¿la verdad?; me importa casi cero lo que un total desconocido pueda decir y me niego a darle a quien sea el poder de arruinarme el día, acosarme o denostarme.
Por muy cándida, oasis, exuberante o yegua inglesa que le parezca.