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Violencia obstétrica, una forma violenta de parir

La violencia obstétrica es uno de los tipos de violencia que se ejerce sobre la mujer, y el Observatorio de Equidad de Género en salud en Chile, la define como “aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales”. Esta violencia se da principalmente en el periodo de gestación, parto y puerperio, donde se vulnera la libertad de las mujeres a decidir la manera de tener a sus hijas/os, no se respeta la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos y los procesos biológicos del parto realizando lo que el personal cree es mejor y se omite el deseo de la mujer gestante. Además, se incluye la violencia psicológica de la cual son víctimas tanto por los comentarios u opiniones deshumanizados y poco empáticos de parte del personal hacia las mujeres y las críticas que pueden recibir principalmente las que son primerizas.

El propósito que tienen muchas organizaciones feministas es visibilizar este tipo de violencia del cual somos víctimas las mujeres desde temprana edad y debemos dejar de normalizarlo, contarlo como algo muy común que si o si te tiene que pasar al momento de vivir el proceso del embarazo y parto, que si no te pasa es porque tuviste suerte. El feminismo ha sido el generador de muchos cambios sociales y culturales en muchas mujeres, uno de ellos es hacernos consientes de los tipos de violencias a los que estamos expuestas por el simple hecho de ser mujer, esto nos da la oportunidad de reconocerla como tal y actuar frente a esta.

Si nos ponemos a pensar, esta práctica se ha ejercido en el sistema de salud por décadas pasando desapercibido o viéndolo de manera tan natural, como si viniera incluido en la atención del servicio de maternidad, ya que antes no había protocolos de atención en salud, no estaban los derechos y deberes del paciente, a esto le sumamos el hecho de ser mujer, por lo tanto, cualquier acto de violencia ejercida sobre nosotras no tenía el impacto social como si se realizara a un hombre y no olvidemos la cultura patriarcal y el modelo biomédico presente en ese entonces y hoy en día, si bien estos casos de violencia han disminuido no han sido eliminados del todo, pero por otro lado ahora tenemos más conocimientos, asesorías y oportunidades de poder denunciar este tipo de violencia, podemos trabajar en su erradicación, hacerla visible tanto en el personal de salud que la ejerce como en la sociedad y lo más importante es que nos tenemos a nosotras para abrazarnos y apoyarnos.

Puedo asegurar que la mayoría de las mujeres, por no decir todas, sufrieron la violencia obstétrica en carne propia o conoce el acaso de alguna mujer cercana, ya sea amiga, prima, tía, de su propia madre o abuela. La violencia obstétrica pocas veces se habla como tal, pero es un tema muy presente en las mujeres al momento de recordar y hablar de los partos, sus experiencias, en donde la mayoría concuerda que “eso siempre pasa” o el “siempre dicen lo mismo”, se vive un proceso de forma inconsciente de preparación para las madres primerizas, donde comienzan los típicos consejos de: “si te duele, no tienes que gritar, porque no te van a pescar” “tienes que aguantar hasta las últimas, porque si te quejas mucho no te tomarán en cuenta”, y sin darnos cuenta vamos normalizando y perpetuando este ciclo de violencia. La mayoría de las mujeres tiene grabada más de una frase de las que son muy comunes, pero a la vez violentas dichas por el personal, tales como “no te gustó abrir las piernas, ahora aguántate” “no te quejes, si no es para tanto” “no seas alaraca” entre tantas. También la violencia obstétrica incluye procedimientos impuestos por el profesional a cargo, quien realiza cesarías, aun cuando la madre puede tener un parto natural, tenemos la episiotomía que se debe realizar solo de ser necesario, el no respetar la decisión de tener un parto sin anestesia, inducir el parto o el uso de fórceps, se pueden crear derechos y protocolos que nos otorguen la libertad de elegir la forma y tipo de parto, pero no olvidemos que en 2016 tuvimos el caso de Lorena quien fue obligada a parir engrillada.

Ahora en el contexto de pandemia que estamos viviendo, es posible que la violencia obstétrica aumente, considerando las medias de protección que incluyen durante el embarazo y parto las citas médicas sin acompañante, el uso de la mascarilla y que las madres tienen que entrar solas a la sala de parto, sin la compañía de la pareja o familiar, sabiendo que la compañía en este proceso es fundamental para dar contención durante el parto, dar apoyo solamente tomando la mano o dando una palabra de aliento y en el post parto se prohíbe el ingreso de visitas. Estas son medidas que se toman como preventivas, pero no consideran los efectos emocionales y psicológicos que pueden traer para las mujeres, es ilógico que te den permisos para salir de vacaciones, pero no puedes entrar acompañada al parto, aun sabiendo que se toman y respetan todas las medidas de seguridad necesarias tanto por parte de los funcionarios como propias.

Lamentablemente, donde es más común este tipo de violencia es en el sistema de salud pública. Por eso se debe seguir luchando y visibilizando los procesos deshumanizados por los que deben pasar las mujeres al parir, para que la maternidad pueda ser vivida como un experiencia deseada, placentera y saludable.

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