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Gestionando las frustraciones

En uno de los clásicos programas televisivos en el que se compite entre distintos concursantes, uno de ellos reaccionó de mala manera al ser eliminado y ver frustrados sus deseos de avanzar en la competencia correspondiente. Se sintió mal evaluado, afectado por una injusta evaluación.

A lo largo de nuestras vidas es inevitable que experimentemos una sensación de frustración cuando nuestras expectativas, nuestros deseos no son satisfechos. Es natural que así sea, particularmente cuando se perciba una sensación de injusticia. Sin embargo, por todos los medios posibles, debemos evitar perder los estribos, reaccionar mal. A como dé lugar debemos procurar sobreponernos. Caídas, frustraciones, tenemos todos, moros y cristianos.

Nos frustramos cuando queriendo jugar un partido, el entrenador nos relega a la banca; nos frustramos cuando postulamos a un puesto de trabajo que creemos merecer, y somos rechazados; nos frustramos cuando queriendo ocupar un puesto más alto en la empresa o tener una mayor remuneración, se pospone o rechaza nuestra petición; nos frustramos cuando remitimos un paper a una revista, y es rechazado o aceptado pero con múltiples observaciones que deberán ser acogidas; nos frustramos cuando postulamos un proyecto ante un fondo concursable o en una licitación, y es rechazado.

Los rechazos duelen, particularmente cuando ellos provienen de quienes lo hacen sin mayores fundamentos, razones o argumentos, ni sugerencias de mejoramiento. Así y todo, dado que inevitablemente pasaremos por tales situaciones, debemos  ser capaces de gestionarla, de gobernarla, de domesticarla, de modo que nuestra reacción juegue a favor nuestro, no en contra, sacando las lecciones del caso. No debemos permitirnos que la frustración nos deprima, nos hunda, sino que todo lo contrario, verlo como un escollo a ser superado. 

Esto lo lograremos, ya sea por la vía de limitar nuestras expectativas o deseos, tanto mediante la correspondiente reflexión introspectiva, como por un apropiado análisis del contexto en que nos desenvolvemos, con el propósito de cerrar la brecha entre lo deseado y lo posible.

También lo lograremos si somos capaces de asimilar las observaciones, las razones por las cuales en su momento fuimos rechazados. Una reacción proactiva por lo general da buenos resultados. De los rechazos se aprende más que de las aprobaciones. No pocas veces aprobaciones de buenas a primeras dan cuenta de evaluaciones displicentes, no rigurosas. Una evaluación más estricta, más severa, muchas veces puede más que una laxa, relajada. Hay momentos y momentos. Un paper o un proyecto que ha sido rechazado en una primera instancia evaluadora con observaciones de forma y fondo, pueden contribuir a que salga uno mucho mejor a aquel que fuera aprobado de buenas a primeras.

En el fútbol, y en el deporte en general, vemos con frecuencia cómo jugadores salen de la cancha en medio de un partido frustrados por el cambio ordenado por el entrenador. No pocas veces expresada con rabia o violencia. Lo mismo ocurre con los entrenadores cuando ven que se les escapa un triunfo a segundos del término del partido.

En síntesis, frente al mal tiempo, hay que apechugar, aguantar, recoger velas, sacar las lecciones del caso, ver qué mejorar, qué cambiar, aperrar, y volver a arremeter con todo. No renunciar ni bajar los brazo

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