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«Pantallas en vacaciones: regular y acompañar» por Karla Campaña – Pedagogía en Educación Básica UA Talca

Con la llegada de las vacaciones escolares, uno de los temas que más
complica a familias es el uso de los dispositivos móviles. Muchos
padres se preguntan si deben establecer límites estrictos o permitir
que sus hijos disfruten del tiempo libre sin tantas reglas, considerando
que están de vacaciones. La escena se repite en hogares, plazas,
restaurantes e incluso en el lugar de vacaciones: niños y niñas
inmersos en pantallas, mientras los padres hacen la vida de adulta,
por lo general acompañados de celulares.
Durante el año escolar, el uso de pantallas suele estar más regulado
por la propia rutina. En vacaciones, en cambio, el tiempo se vuelve
flexible, el ocio se amplía y los dispositivos se convierten en
compañeros de viaje, fuentes de entretenimiento y, muchas veces,
refugio contra el aburrimiento. Sin embargo, también pueden
transformarse en un espacio de aislamiento o en una fuente de
conflictos familiares cuando su uso se vuelve excesivo, sin regulación
ocasionando cierta dependencia.
Regular o no regular parece ser el dilema, pero la cuestión no es tan
simple. En realidad, regular no significa prohibir, y permitir tampoco
implica dejar hacer sin acompañar. El verdadero desafío está en
educar en el uso consciente y equilibrado de la tecnología, algo que
requiere el diálogo permanente pero también educar con el ejemplo.
En el año 2023 la UNICEF advirtió que las prohibiciones totales no
fomentan necesariamente hábitos saludables, sino que generan
ansiedad y uso oculto. Lo más recomendable es la presencia activa
del adulto, entendido como principal agente educador. Acompañar y
conversar sobre lo que se ve, se comparte y se siente en línea, puesto
que regular desde el miedo deriva en un control, mientras que
acompañar confiando promueve la autorregulación y la autonomía ya
que los límites son más efectivos cuando se modelan, no cuando se
imponen.
En este sentido el MINEDUC, a través del Centro de Innovación, ha
pensado una educación digital desde los mismos términos que la

formación ciudadana: no basta con enseñar normas, es necesario
desarrollar criterio. Por tanto, vacaciones pueden ser un laboratorio
ideal para que niños, niñas y adolescentes aprendan a autorregular su
tiempo, experimenten límites flexibles y comprendan las
consecuencias de sus decisiones. Ya no basta con debatir frente a las
horas en pantalla sino en el uso que se le da a la interacción en
pantallas. Un niño que utiliza su celular para hacer fotografías, buscar
recetas o aprender sobre animales está ejercitando curiosidad,
creatividad y autonomía. En cambio, un uso pasivo y
descontextualizado, por ejemplo, navegar en redes sociales sin un
propósito claro, puede afectar la atención, el sueño y la motivación.

Esto nos obliga a repensar la noción de exceso. Tal vez el problema
no sea cuántas horas usan pantallas los niños y niñas, sino qué
hacen, con quién lo hacen y qué aprenden en ese proceso. Desde
esta perspectiva, regular no consiste en imponer un límite cronológico,
sino en orientar hacia usos significativos y equilibrados, por ejemplo,
aprovechando momentos cotidianos para conversar con los hijos
sobre el uso de celular, estableciendo acuerdos en vez de
prohibiciones y promoviendo alternativas que equilibren las
experiencias al aire libre o analógicas con experiencias digitales. Las
pantallas y dispositivos móviles no son el enemigo, sino la falta de
acompañamiento.
Karla Campaña
Académica Pedagogía en Educación Básica

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